Aunque sin demasiadas ganas, aún sin saber por qué, seguíacorriendo, sedeslizabaalolargodelcamino, ya sin aliento. Pero probablemente ni sabiendo lo hubiera hecho con más vigor, sería esegocedehacerporhacer, sin porqués, lo que lo impulsaba.
O el temblor del jarro en la hornalla, el teléfono, la humedad de los azulejos grasientos y podría hablar con el señor o la señora de la casa, por favor, las tostadas nuevamente quemadas por un abono de tan sólo $129,99, las tostadas, ella y su voz gastada y si contrata nuestro servicio este mes recibirá también la alarma a las seis y media, levantate Oscar, el calor pegajoso del subterráneo en esta promoción única y sólo por tratarse de usted pisar la misma baldosa floja, la misma mancha gris en el mismo pantalón negro.
El implacable calor, el polvo del caminointerminable, el sudordeslizándoseporsuespalda. Correr sin saber por cuánto tiempo o hacia dónde, pero porlomenos con laseguridaddelmovimiento.
No, siempre en el sillón, mínimamente me podrías dar las gracias, yo como una esclava, día y noche bife con ensalada mixta y los chicos ida y vuelta a la escuela, no sé qué te pensás y encima la reunión de padres porque si viste el noticiero de las 7, a mí también me encantaría ver el noticiero pero el cuaderno de comunicados y un mapa de Argentina con división política Nº3, mañana nublado máxima 34, mínima 28 grados, sacar a pasear el perro para que pille a la vecina cómo le va y aquí andamos, pero qué calor.
¿Cuándo había empezado esta carrera? No lo sabía, pero tenía la vaga sensación de que hacíayaalgúntiempo. Contra todos los pronósticos, no había necesitado, querido o podido detenerse.
Yonoentiendo, vosquétepensas, irteasí, si a vos noteimportanada, si sos un desconsideradoinútilconvenido, ya lo decía mi madre.
En el momento menos esperado, incluso en el más inoportuno, había sentido una vez más la imperiosa necesidad de salir corriendo.
HistéricaInfelizdesgraciadoLoca.Quéejemploparalosniños, alpsiquiatrastendríasqueir, pobressantos, lascosasqueescuchan y mimadrequeenpazdescanse, silateníaclaralavieja.
Pero esta vez, a diferencia de otras, lo había hecho.
EsquesiyohubierasabidoalláenlainocenciadelosveinteañosqueibaaterminarcomolatíaMónica. Sihubierasabido.
La consoladora seguridad del caminodeslizándosebajosuspies, extraña pero deliciosa calma. El cansancio que embotaba su cuerpo y sus sentidos sumía todo pensamiento en una profunda niebla. Y allí, confuso y distante, todo lo que alguna vez le había importado o preocupado parecía súbitamentetanlejano.
Aquellas ganas infernales de salir corriendo y que elbifeconensaladaquetelohagaMagoya. Sin tostadasquemadas ni calorpegajosodelsubterráneo, ni mapadeargentinacondivisiónpolíticaNº3, pero conelsilencio. Hasta los azulejos grasientos saben estar callados a veces.
De repente, vivir era deslizarsesiempreunpocomáslejos.
jueves, 21 de abril de 2011
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