lunes, 27 de octubre de 2008

Arte y propiedad privada

Esta obra es mía, tuya, nuestra

El arte y la polifonía, la intertextualidad, la cita directa e indirecta, el homenaje, el reciclaje, el collage, el bricollage, la mezcla, la hibridez.
La propiedad privada parece estar más vinculada a los objetos que a la producción artística. Esa actitud casi infantil, posesiva de aferrarse desesperadamente a un libro, cuadro, pieza musical o lo que fuere, clamando con desesperación “Esta obra es mía, mía y sólo mía” merece ser al menos repensada. Los límites entre lo propio y ajeno se desdibujan y pareciera que, en oposición a lo que ocurre en la sociedad, es posible observar una tendencia en las artes donde lo tuyo es un poco mío y lo mío es en parte tuyo.
Esto se manifiesta especialmente hoy en día, cuando fenómenos como la intertextualidad, el reciclaje, el collage parecen cada vez más vigentes. Los discursos van y vienen, entran y salen, aparecen y reaparecen en nuevas manifestaciones, a veces en formas más explícitas, otras de manera encubierta.
Los productos artísticos se recuerdan, citan y repiten mutuamente y en forma constante. Esto quizás haya sido más naturalizado en el ámbito de la pintura, la música o los lenguajes audiovisuales que en la literatura. El remix en la música, las transposiciones (del teatro, el libro o la historieta al cine y viceversa), las versiones en el cine y artes plásticas resultan cada día más frecuentes y son vistas con creciente naturalidad. En forma instintiva tendemos a admitir que en todos esos casos, la obra retomada y reactualizada no es exactamente la misma: se reduce, hincha, aplasta, deforma y salpica de nuevas tonalidades al aparecer resignificada en un contexto diferente, produciendo nuevos sentidos.
Roy Lichtenstein pintó versiones pop de cuadros de Van Gogh y Picasso y referirse a ellas con conceptos como robo o plagio parece ser absurdo, cuando las marcas del estilo de este artista se hayan tan presentes transformando la habitación de Van Gogh y la pecera de Picasso en otras parecidas y a la vez inmensamente distintas y lichtensteinianas. Cuando nos hablan tan claramente de una nueva obra artística que hace sentido en relación con las anteriores y lleva a que aquellas ya no puedan ser leídas de la misma manera. Todos estos fenómenos son habituales en nuestra cotidianeidad y parecen ser inseparables de la producción social de sentido.
Las leyes que regulan aspectos de la propiedad intelectual, sin embargo, parecen obligar a trazar alguna delimitación en un ámbito en que no la hay, a decir “aquí hay plagio y ahí no”, y así comienza la controversia. Hay que comenzar por admitir que, en el arte, el criterio de demarcación no podrá ser el mismo que en otros ámbitos, porque los productos artísticos, por el sólo hecho de ser tales, dialogan en forma constante e inevitable. Pareciera que la única versión indiscutible del plagio sería un caso extremo: tomar una obra ajena y, sin modificar un línea, nota, plano o pincelada, colocarle una etiqueta con nuestro nombre. En todos los demás, no quedará otra opción que dejar espacio al debate y reconsiderar seriamente si no estamos frente a nuevas formas de expresión artística.

lunes, 13 de octubre de 2008

Educación universitaria gratuita: ¿arancel o barbarie?

A principios del mes de Septiembre, grupos de estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA decidieron llevar a cabo una toma de las tres sedes que la componen. ¿El motivo? Demandaban la firma de los pliegos de la licitación para que continuaran las obras en el futuro Edificio Único, ubicado en el barrio de Constitución. Actualmente, sólo está en funcionamiento la planta baja, destinada a actividades de posgrado y la carrera de Trabajo Social, pero, tras la finalización de las obras, el nuevo edificio deberá albergar la totalidad de los estudiantes de las cinco carreras que se dictan en la facultad.
La paralización de la construcción del nuevo edificio, así como el serio deterioro de las condiciones edilicias en las sedes que están en funcionamiento, ponen en el centro el debate la eterna cuestión de la gratuidad de la enseñanza universitaria.
Muchas veces se afirma que, bajo tal régimen, son “los pobres” quien pagan los estudios de “los ricos”. En primer lugar, esta construcción de “los pobres” en oposición a “los ricos” es reduccionista y, al menos, difusa. ¿Bajo que criterios podemos considerar que un individuo es “pobre” o “rico”? Estos términos, etiquetas arbitrarias, parecen aludir polarización de los habitantes en dos grupos, blanco y negro: se es mendigo o una suerte de Ricky Ricón. Suelen abundar, en cambio, diferentes tonalidades de gris. Muchos estudiantes que concurren a la UBA nunca serían etiquetados como “pobres” por ninguna encuesta de hogares y, sin embargo, son incapaces de afrontar los gastos de una universidad privada de buen nivel. Vale la pena entonces reflexionar sobre los límites de la cuantificación y la “etiquetación”.
La pobreza es un concepto complejo, difícil de definir. Podría acordarse que “los pobres” son aquellos cuya escasez de recursos les impide acceder a la satisfacción de necesidades físicas y psíquicas básicas, tales como la alimentación, agua potable, vivienda, educación o asistencia sanitaria. Esto puede ser válido para muchos países, aunque en la Argentina se haría necesario introducir modificaciones en esta definición, porque aquí aún aquellos sin los recursos necesarios tienen la posibilidad de atenderse en hospitales públicos y recibir educación primaria, secundaria e incluso universitaria en forma “gratuita”.
¿Dije gratuita? Por supuesto que esto no es totalmente cierto. En realidad, sabemos que son los propios ciudadanos quienes hacen frente a los gastos de la educación, a través de sus impuestos. Si efectivamente son aquellos de menores ingresos quienes aportan la mayor parte de los recursos, esto es en realidad causado por una estructura tributaria regresiva, donde tienen un importante peso los impuestos indirectos, que gravan el consumo. Una modificación que introdujera, en cambio, impuestos progresivos, crecientes en relación a los ingresos, aseguraría una distribución más equitativa de los recursos. Una solución que no altera en lo absoluto la posibilidad de la educación universitaria gratuita, que ofrece grandes posibilidades a aquellos incapaces de hacer frente a las cuotas de las instituciones privadas.
Se trata de la oportunidad de estudiar en una universidad de excelente nivel, donde para acceder sólo se necesita el deseo, la voluntad de hacerlo. Una institución independiente, donde no hay clientes que tengan la razón porque a la hora de evaluar a los estudiantes no mandan las leyes del mercado y una buena calificación es directamente proporcional a la dedicación y capacidad de aquel que ha accedido a ella de buena ley. No veo como el cobro de un arancel pudiera beneficiar a los sectores de bajos recursos en lo más mínimo. Por el contrario, lo verdaderamente justo y equitativo sería seguir mejorando la calidad de nuestras instituciones educativas, para que ningún sector se vea excluido de la posibilidad de acceder a educación superior por deficiencias de su formación media.
Muchos de quienes aseguran que la gratuidad de la UBA es insostenible nunca asistieron a ninguna de sus clases. Se basan en imágenes esquemáticas a las que acceden a través de los medios, donde los estudiantes aparecen como una masa de jóvenes resentidos que no hacen más que organizar protestas y eternizar su permanencia en la institución sin concluir nunca sus estudios, desperdiciando tiempo y recursos a diestra y siniestra. Quizás si pasaran por sus aulas, los defensores del arancelamiento entenderían que los medios no reflejan la realidad, sino que construyen una susceptible de aparecer en pantalla, de imprimir en el papel grisáceo, en la que entran en juego sus intereses. No existe tal cosa como la objetividad, ni una realidad clara y unívoca. Paralelamente, la visión prejuiciosa y estereotipada tantas veces promovida por los discursos mediáticos es claramente es desmentida por el prestigio a nivel nacional e internacional con el que cuentan muchos profesional egresados de ésta y otras de nuestras universidades públicas.
Estudiar en la UBA implica hacer frente en forma constante a la burocracia, al deterioro edilicio, a la falta de infraestructura. Se necesita esfuerzo, paciencia, tiempo y mucha constancia. Muchas veces parece que son lo profesores, que trabajan por salarios mínimos, movidos en general el deseo de devolver aquello que la universidad les brindó, los que auténticamente la sostienen. Pero a veces las intenciones no bastan, especialmente cuando se pone en riesgo la integridad física de los estudiantes y del personal
El 28 de agosto, una “viga” o “perfil en L” (las fuentes no se ponen de acuerdo, basta con decir que se trató de parte de la estructura del edificio) se desprendió en una de las sedes de la Facultad de Ciencias Sociales, junto con pedazos de mampostería, cayendo sobre una estudiante que afortunadamente no resultó herida. Frente a esta situación, está de más decir que es imposible quedarse de brazos cruzados.
Más allá de las condiciones de mantenimiento y seguridad básicas en los edificios, que debieran estar aseguradas, en muchas facultades de la UBA actualmente son más que necesarios insumos o recursos tecnológicos que se traducirían en un mejor dictado de clases: desde microscopios hasta cámaras de video, pasando por computadoras, proyectores y sustancias químicas.
La necesidad de mayores partidas presupuestarias es indiscutible. Pero, a la vez, la introducción de un arancel obligatorio no es la solución. El espíritu debe ser el de dar cada día a más personas la posibilidad de contar con una educación de mayor calidad y acceder a una formación profesional de excelencia, lo que sin duda redunda en beneficios para la sociedad en su conjunto. La solución debe ser otra.
Una posibilidad sería la de reconsiderar la distribución de los recursos, en especial el presupuesto que se destina actualmente a educación, teniendo en cuenta las implicaciones que esto tiene en el grado de desarrollo del país. Asimismo, se debería revisar la distribución relativa de partidas a las diferentes facultades, aún dentro de la misma universidad, para asegurar una asignación equitativa. Es injusto que ciertos edificios cuenten con monitores de pantalla plana en tanto otros carezcan de puertas en los baños. Por detrás de estas decisiones, se encuentran sin duda una serie de supuestos, por lo general naturalizados, acerca del aporte que los distintos profesionales en ellas formados podrán realizar a la sociedad, sobre los que se impone la necesidad de reflexionar. ¿Bajo que criterios es legítimo valorizar la formación de doctores por sobre filósofos, o de ingenieros por sobre comunicólogos?
Otra posibilidad que quizás debería considerarse es la de instituir una suerte de bonos contribución, de tipo optativo, a través de los cuales los estudiantes tuvieran la posibilidad de colaborar para la realización de pequeñas reformas en los edificios, mejorar su limpieza y mantenimiento o facilitar la adquisición de los recursos técnicos necesarios. Una administración limpia y honesta de estos recursos, en la que se explicitara claramente en qué se gasta cada centavo, ayudaría a incrementar el entusiasmo y la participación en la propuesta, así como a aliviar parcialmente el ahogo presupuestario de la universidad.
Vale la pena pensar en las políticas educativas en términos de construcción y destrucción. "La educación es una arma de construcción masiva”, afirmó Marjane Satrapi. Cerca de 56.000 estudiantes ingresaron al CBC este año. La supuesta barbarie de la universidad pública, con sus demonios de la gratuidad y el ingreso irrestricto, funciona actualmente como un arma de educación masiva, que no podemos darnos el lujo de desmantelar.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Para los que me preguntaban por el nombre de este blog, acá les dejo un pedacito del capítulo 36 de "Rayuela", de Cortazar, que quizás aclare un poco las cosas.



"Hacía menos frío junto al Sena que en las calles, y Oliveira se subió el cuello de la canadiense y fue a mirar el agua. Como no era de los que se tiran, buscó un puente para meterse debajo y pensar un rato en lo del kibbutz, hacía rato que la idea del kibbutz le rondaba, un kibbutz del deseo. "Curioso que de golpe una frase brote así y no tenga sentido, un kibbutz del deseo, hasta que a la tercera vez empieza a aclararse despacito y de golpe se siente que no era una frase absurda, que por ejemplo una frase como: "La esperanza, esa Palmira gorda' es completamente absurda, un borborigmo sonoro, mientras que el kibbutz del deseo no tiene nada de absurdo, es un resumen eso sí bastante hermético de andar dando vueltas por ahí, de corso en corso. Kibbutz; colonia, settlement, asentamiento, rincón elegido donde alzar la tienda final, donde salir al aire de la noche con la cara lavada por el tiempo, y unirse al mundo, a la Gran Locura, a la Inmensa Burrada, abrirse a la cristalización del deseo, al encuentro. Hojo, Horacio", hanotó Holiveira sentándose en el parapeto debajo del puente, oyendo los ronquidos de los clochards debajo de sus montones de diarios y arpilleras.
Por una vez no le era penoso ceder a la melancolía. Con un nuevo cigarrillo que le daba calor, entre los ronquidos que venían como del fondo de la tierra, consintió en deplorar la distancia insalvable que lo separaba de su kibbutz. Puesto que la esperanza no era más que una Palmira gorda, ninguna razón para hacerse ilusiones. Al contrario, aprovechar la refrigeración nocturna para sentir lúcidamente, con la precisión descarnada del sistema de estrellas sobre su cabeza, que su búsqueda incierta era un fracaso y que a lo mejor en eso precisamente estaba la victoria. Primero por ser digno de él (a sus horas Oliveira tenía un buen concepto de sí mismo como espécimen humano), por ser la búsqueda de un kibbutz desesperadamente lejano, ciudadela sólo alcanzable con armas fabulosas, no con el alma de Occidente, con el espíritu, esas potencias gastadas por su propia mentira como también se había dicho en el Club, esas coartadas del animal hombre metido en un camino irreversible. Kibbutz del deseo, no del alma, no del espíritu. Y aunque deseo fuese también una vaga definición de fuerzas incomprensibles, se lo sentía presente y activo, presente en cada error y también en cada salto adelante, eso era ser hombre, no ya un cuerpo y un alma sino esa totalidad inseparable, ese encuentro incesante con las carencias, con todo lo que le habían robado al poeta, la nostalgia vehemente de un territorio donde la vida pudiera balbucearse desde otras brújulas y otros nombres. Aunque la muerte estuviera en la esquina con su escoba en alto, aunque la esperanza no fuera más que una Palmira gorda. Y un ronquido, y de cuando en cuando un pedo.

Entonces equivocarse ya no importaba tanto como si la búsqueda de su kibbutz se hubiera organizado con mapas de la Sociedad Geográfica, brújulas certificadas auténticas, el Norte al norte, el Oeste al oeste; bastaba, apenas, comprender, vislumbrar fugazmente que al fin y al cabo su kibbutz no era más imposible a esa hora y con ese frío y después de esos días, que si lo hubiera perseguido de acuerdo con la tribu, meritoriamente y sin ganarse el vistoso epíteto de inquisidor, sin que le hubieran dado vuelta la cara de un revés, sin gente llorando y mala conciencia y ganas de tirar todo al diablo y volverse a su libreta de enrolamiento y a un hueco abrigado en cualquier presupuesto espiritual o temporal. Se moriría sin llegar a su kibbutz pero su kibbutz estaba allí, lejos pero estaba y él sabía que estaba porque era hijo de su deseo, era su deseo así como él era su deseo y el mundo o la representación del mundo eran deseo, eran su deseo o el deseo, no importaba demasiado a esa hora. Y entonces podía meter la cara entre las manos, dejando nada más que el espacio para que pasara el cigarrillo y quedarse junto al río, entre los vagabundos, pensando en su kibbutz."
Rayuela, cap. 36

Les recomiendo el capítulo entero (o todavía mejor, todo el libro, claro), que pueden encontrar en www.literaberinto.com/CORTAZAR/rayuela36.htm

martes, 7 de octubre de 2008

Fichas de lectura: Exotismo y Orientalismo. Enfoques sobre la construcción de la Otredad.

"Exotismo”, Cesar Aira

Acerca del autor y su obra
César Aira nació en Coronel Pringles en 1949, pero desde 1967 vive en Buenos Aires. Es un traductor, novelista, dramaturgo y ensayista. Ha dictado cursos en la Universidad de Buenos Aires (sobre Copi, Rimbaud) y en la Universidad de Rosario (Constructivismo, Mallarmé), y ha traducido y editado en Francia, Inglaterra, Italia, Brasil, España, México y Venezuela. Es un especialista de Alejandra Pizarnik y del escritor franco-argentino Copi, así como uno de los escritores más prolíficos de las letras argentinas, habiendo publicado más de treinta libros. Su novela "Cómo me hice monja", publicada en España en 1998, fue elegida una de las diez mejores publicadas en aquel país.
Aira ha hablado en diversas entrevistas de que elabora una estética avant-garde en la cual, más que revisar lo que ha escrito, ejercita una "fuga hacia adelante" al improvisar una salida de los laberintos en los que se ha metido. Como resultado, sus ficciones pueden saltar radicalmente de un género a otro, y a menudo despliega estrategias narrativas de las culturas populares y géneros "subliterarios" como ciencia ficción y telenovelas. Además, deliberadamente y en forma frecuente, rechaza conformar las expectativas genéricas de cómo una novela debería terminar, dejando muchas de sus ficciones con un final abierto o abrupto. Así, invoca una suerte de escritura automática y además reivindica la noción de “procedimiento” por encima de la idea de la “obra” porque no le da importancia a los libros como productos bien terminados, con control de calidad. Lo que le importa es el autor en su totalidad, el mito personal que construye con todos sus libros.
Su preferencia de la novedad por sobre la calidad responde a un razonamiento que le parece contundente: para que a algo se lo considere “bueno”, tiene que ajustarse a paradigmas preexistentes, y la función del arte es crear paradigmas nuevos. No crear objetos bellos, sino crear objetos a partir de los cuales se pueda medir una belleza que hasta entonces no existía.

Su texto “Exotismo” fue publicado por la Universidad Nacional de Rosario en el Boletín/3 del Grupo de Estudios de Teoría Literaria, en 1993.

Síntesis del texto
Aira realiza en este texto un recorrido por la historia del exotismo, deteniéndose en tres estadios.
Durante el Siglo Clásico francés (S. XVII), la figura del hombre pasa a ocupar un lugar central. Se considera a la nacionalidad como una circunstancia azarosa: “Soy hombre antes que francés, y no soy francés sino por casualidad”, afirma Montesquieu.
Montesquieu, además de sentar las bases del estudio de las instituciones del mundo moderno y crear las ciencias sociales, inventó un género literario, la novela exótica, a partir de su libro “Cartas persas”. Los protagonistas de esta obra pueden ver a Europa como no pueden verla los europeos. Su condición de extranjeros permite a los persas pasar del “ver” al “mirar”. Por ese motivo, a partir de ellos, el presupuesto ineludible de la ciencia y las artes será la mirada. Pero estos persas no son reales: son un dispositivo creado por Montesquieu y así nace algo nuevo: la ficción para generar una mirada. En adelante, para pensar habrá que imponerse una ficción, un “como si...”. Para ver la sociedad que me rodea, debo hacer “como si” yo fuera otro. De esto surge tanto la novela moderna como las ciencias sociales, y el uso de la hipótesis y la experimentación.
El género exótico surge de esta colaboración de ficción y realidad: para que la realidad revele lo real, debe hacerse ficción. Este es el primer estadio del Exotismo, el del extranjero en nuestro mundo cotidiano: una metáfora del escritor en su trabajo, que luego degenera en ciencia y sale del campo de la literatura.
Pronto, el persa en Francia se vuelve francés en Persia, el “extranjero” se hace “viajero”. Ese extranjero que contemplaba mi mundo habitual era yo mismo en tanto escritor, realizando un trabajo de extrañamiento y descubrimiento. El “viajero” es el que regresa a contar lo que ha visto en las islas de su fantasía. Pero a la vez, esas tierras lejanas están realmente en el mundo, el país lejano es un escenario de fantasía ya creado.
Cuando las novelas con este mecanismo se multiplican, su mérito desciende y aparece el género exótico como moda, frivolidad y tontería. Se trata del segundo estadio del exotismo, que degenera en literatura comercial. Del primer al segundo estadio, hay un pasaje de la producción al producto. Ahora se trata de una máquina de hacer literatura sin trabajo: no se necesita la invención, porque el mundo ya ha realizado ese trabajo. Los viajes se hacen cada vez más lejanos, la lógica del consumo hace que el público pida exotismos más y más extraños: ciencia ficción, fenómenos paranormales, viajes en el tiempo o regresos de la muerte.
El libro se transforma en mercancía y aparece en escena el lector o consumidor. Con su entrada, aparece el tercer estadio del exotismo: el persa que le vende a los lectores una Persia colorida, distinta y exótica, el “persa profesional”. El escritor utiliza un extrañamiento ready made.
Este “persa profesional” no expresa una Persia auténtica sino una que podamos reconocer. Borges afirma que en el Corán no hay camellos porque Mahoma era un árabe auténtico y no un francés disfrazado de Mahoma y por eso estos animales no le llamaban la atención, no los veía ni los registraba. Se exige al escritor la autenticidad, dando por sentado que se trata de un valor positivo. Aira plantea que también existe el derecho del artista de ser inauténtico, de transmutar los valores: no hay que confundir las virtudes cívicas con las artísticas. Al fin y al cabo, el escritor sólo puede ser francés o persa o argentino, la literatura se apoya en ese azar.
A partir de estas reflexiones sobre la historia del exotismo, Aira analiza y compara las diferentes construcciones de países lejanos que realizan una serie de autores. Afirma que se le reprocha al exotismo su superficialidad: colocar en el mismo plano lo trivial y lo importante. La elección de datos es esteticista, irresponsable, desjerarquizada. Así es la descripción que hace Pierre Loti de Japón, y lo que resulta es un Japón de estampa.
Otro escritor, Segalem, adopta una estrategia próxima a la ciencia: se legitima volviéndose chino. Aprende chino, se instala en China. Rousell, en cambio, rechaza el espiritualismo y la profundidad de Segalem: da la vuelta al mundo encerrado en el camarote de su barco. Se trata de un regreso desviado a la superficialidad de Loti.
Para Aira, la pobreza final del exotismo es esa: el exotista se limita a reconocer lo que ve, que es lo que ya ha visto y sabe. Por el contrario, llevada a sus últimas consecuencias, la lógica del exotismo debería encontrar algo tan distinto de lo que conoce que sólo pudiera contenerse en una nueva lengua, o reducirse al silencio o el balbuceo.
Finalmente, el autor analiza un último caso: la novela Macunaíma, de Mário. La superficie, el capricho estético y la desjerarquización se imponen en su descripción de Brasil. Pero el escritor no viajó a ningún lado: es brasileño. En tanto que Loti puso la literatura del lado del status quo y la usó para no volverse japonés, seguir siendo francés, Mário hizo de su obra una máquina para volverse brasileño. Él ya lo era, pero hizo además “como si..” fuera brasileño. Cesar Aira concluye que la literatura es el medio por el que un brasileño se hace brasileño, y el mundo se transforma en mundo. Y no se trata de ser un brasileño de verdad, porque la autenticidad no está dada de antemano: es una construcción.

Relación con el Proyecto Final
El texto de Aira profundiza la problemática de “la mirada” y la construcción del Otro en la literatura y, en ese sentido, guarda estrecha relación con el Viaje, en el que vamos al encuentro del Otro. Frente a la tarea de escribir un ensayo que aborde esta temática, será inevitable preguntarnos desde qué lugar vamos a construir a los Otros en esa escritura.
Podemos hacerlo poniéndolos en el lugar del antropólogo, del científico que hace un esfuerzo por distanciarse, por liberarse de sus prejuicios, persiguiendo un ideal de autenticidad. Y también podemos ubicarnos en el lugar opuesto, el de la superficialidad, y construir a un Otro pintoresco, exótico, “un Japón de estampa”, “un francés disfrazado de Mahoma” y rodearlo de camellos o de kimonos multicolores. Aira defiende el derecho del escritor a la inautenticidad (“¿Y si el prefiere ser inauténtico? Nada puede impedírselo”), que en definitiva es un recurso más, una posibilidad e implica una elección que creo debemos resolver en forma explícita y consciente, sobre todo en un texto argumentativo.

Citas

“Rica y Usbek, los protagonistas de sus Cartas Persas, pueden ver a Europa como nadie la ha visto antes, como no pueden verla los europeos, que son parte inseparable del fenómeno Europa. Su condición de extranjeros les permite a, los persas pasar del “ver”al “mirar” y sentarán un precedente. Después de ellos, el presupuesto ineludible de la ciencia y las artes será la mirada.
Pero los persas no son reales: son el dispositivo que inventa Montesquieu para generar la mirada. Con este dispositivo nace algo nuevo: la ficción como auxiliar del pensamiento”

“Para que la realidad devele lo real, debe hacerse ficción”

“Lo que se le exige al escritor es autenticidad, dando por sentado de que se trata de un valor positivo (y debe de serlo, seguramente). Pero el artista es artista justamente de la transmutación de valores. ¿Y si él prefiere ser inauténtico? Nadie puede impedírselo. De otro modo se estarían confundiendo las virtudes cívicas con las artísticas.”

“Llevada a sus últimas consecuencias, la lógica del exotismo debería revelar una extrañeza radical, que no entrara en los moldes mentales o lingüísticos del autor. Al llegar allá, al trópico o a la isla perdida no debería encontrar lo que ya conoce sino algo tan distinto que sólo pueda contenerse en una lengua nueva, un nuevo saber. O en todo caso, debería reducirse al silencio o al balbuceo”

“La literatura es el medio por el que un brasileño se hace brasileño, un argentino, argentino”


“Orientalismo”, de Edward Said

Acerca del autor y su obra
Edward Said nació en 1935 en Jerusalem y falleció en Nueva York, en 2003. Fue un activista palestino, crítico político y teórico literario, además de formar parte del Consejo Nacional Palestino (1977-1991). Según el periódico de la Universidad Columbia de Nueva York, fue "uno de los académicos más influyentes del mundo" y "se trató indudablemente de una de las mentes más brillantes del siglo XX".
Su familia se tuvo que trasladar a un campo de refugiados en 1948 justo antes de la captura de Jerusalén Occidental por parte de fuerzas israelíes. A los 14 años Said entró al Colegio Victoria en El Cairo, y luego a la escuela Mount Hermon en los Estados Unidos. Recibió su licenciatura de la Universidad de Princeton, y su maestría y doctorado en la Universidad Harvard.
Concretamente, es una persona que vive entre dos mundos. Ambos le son propios y a su vez ajenos. Pertenece a Occidente por la educación que recibió, las costumbres y la dominación inglesa. Pero también tiene elementos de Oriente, de ese misticismo que él tanto comenta en su obra como un estereotipo marcado por los ojos del occidental.
Parte central de la obra teórica de Said se concentró en explicar y combatir el surgimiento de las imágenes estereotipadas de Oriente y Occidente, y de conceptos raciales tales como "razas sometidas", "orientales", "arios". A lo largo de ella, muestra cómo la geografía imaginaria que distingue entre Oriente y Occidente no es una realidad inerte, sino una relación de poder, construida sobre la subordinación de la idea del Oriente al imaginario occidental etnocentrista que se considera superior. Por este motivo, es mejor conocido por describir y criticar el orientalismo, que para él consistía en una constelación de falsos prejuicios en el fondo de las actitudes occidentales con respecto al Oriente.
En 1978, publicó un libro con ese nombre, en el que desmonta los mecanismos imperialistas de fabricación del Otro que han forjado el pensamiento colonial occidental desde finales del siglo XVII. Se trata de una de sus obras más importantes y de mayor impacto, en la que denuncia los persistentes y sutiles prejuicios eurocéntricos contra los pueblos árabes-islámicos y su cultura. Asimismo, argumenta que una larga tradición de imágenes falsas y romantizadas de Asia y el Medio Oriente en la cultura occidental han servido de justificación implícita a las ambiciones coloniales e imperiales de Europa y Estados Unidos.
En el módulo de Viaje y Narración, encontramos una selección de fragmentos extraídos de este libro.

Síntesis del texto

Para Said, Oriente ha servido para que Europa se defina en contraposición a su idea, personalidad y experiencia. Es una de las imágenes más profundas y repetidas de Lo Otro.
El autor rescata tres sentidos de la palabra Orientalismo, dependientes entre sí. La primera acepción sería de tipo académico y designa a un gran número de instituciones de este tipo. De acuerdo a ella, un orientalista es un individuo que enseña, escribe o investiga sobre Oriente, y la actividad que éste realiza, orientalismo.
Una segunda acepción de la palabra, más general, hace referencia a un estilo de pensamiento que se basa en la distinción ontológica y epistemológica que se establece entre Oriente y Occidente. Muchos escritores han aceptado esta diferencia básica como punto de partida para elaborar teorías, epopeyas, novelas, descripciones sociales e informes políticos relacionados con Oriente, sus gentes, sus costumbres, su “mentalidad”, destino, etc. Este tipo de orientalismo puede encontrarse en Esquilo, Víctor Hugo, Dante y Marx.
La tercera acepción del término se define de una manera más histórica y material. Desde fines del siglo XVII, el orientalismo puede ser descrito y analizado como una institución colectiva que se relaciona con Oriente haciendo declaraciones y adoptando posturas, describiéndolo, enseñándolo, colonizándolo y decidiendo sobre él. En este sentido, se trata de un estilo occidental que pretende dominar, reestructurar y tener autoridad sobre Oriente.
Para Said, es necesario analizarlo como discurso, en la acepción de Foucault. El orientalismo mantiene una posición de autoridad, constituye una compleja red de intereses que se aplican en toda ocasión en que se plantee Oriente. La cultura europea habría adquirido fuerza e identidad al elogiarse a sí misma en detrimento de Oriente, considerándolo como una forma inferior y rechazable de sí misma.
Desde la antigüedad, Oriente fue conocido en Occidente como su opositor complementario. A través de la historia, se fue generando un archivo construido a partir de la literatura relacionada con el contacto entre ambas zonas, de la que provienen ciertos géneros típicos: el viaje, la historia, la fábula, el estereotipo, la confrontación polémica. Estas lentes a través de las que se mira Oriente modelan el lengua, la percepción y el contacto que se establece entre el Este y el Oeste.
Con el mundo electrónico posmoderno, la estandarización y la formación de estereotipos culturales han reforzado el mantenimiento de la demonología del “misterioso Oriente”.
Existe una oscilación, en donde se tiende a dejar de juzgar las cosas porque sean completamente extrañas o conocidas, dando lugar a una categoría media que permite ver realidades nuevas como versiones de lo previamente conocido. Se trata de un método para controlar lo que parece amenazar la perspectiva tradicional del mundo a través de respuestas conservadoras y defensivas. En consecuencia, la idea del Oriente oscila en la mente occidental entre el menosprecio hacia lo familiar y el estremecimiento de placer o temor frente a la novedad.
Oriente, tal como aparece en el orientalismo, es un sistema de representaciones delimitado por una serie de fuerzas que sitúan a Oriente dentro de la ciencia y de la conciencia occidentales y, más tarde, dentro del imperio occidental. Es una definición política porque el orientalismo en sí es producto de fuerzas y actividades de carácter político. Todo descubrimiento de esta escuela está condicionado por el hecho de que sus verdades están materializadas en el lenguaje, cuya esencia es ser, de acuerdo a Nietzsche, una suma de relaciones humanas aumentadas y embellecidas por la poética y la retórica que, con el paso del tiempo, parecen firmes, canónicas y obligatorias.
Para Said, es el nexo entre conocimiento y poder el que crea la figura del oriental, y en ese sentido, la sociedad y la cultura literaria sólo se pueden comprender y estudiar juntas.
El orientalismo es una tradición académica muy influyente y para cualquier europeo del siglo XIX, constituía un sistema de verdades en el sentido que Nietzche da a la palabra (“ilusiones de las que se ha olvidado que lo son”). Todo europeo era, en todo lo que podía decir sobre Oriente, racista, imperialista y casi totalmente etnocentrista.
Occidente, durante los siglos XIX y XX, asumió que Oriente, aunque no fuera manifiestamente inferior a Oriente, necesitaba ser estudiado y rectificado por él. El período en que se produjo el gran progreso de las instituciones y el contenido del orientalismo coincidió exactamente con el período de mayor expansión europea, desde 1815 a 1914. Todos los continentes resultaron afectados, pero en Asia y África esto se evidenció aún más. Los dos grandes imperios eran el británico y el francés. En Oriente Próximo, ambos se enfrentaron entre sí de forma más intensa y compleja. Decidieron compartir no sólo la tierra, beneficios y soberanía, sino este tipo de poder intelectual que constituye el orientalismo. Estas ideas explicaban el comportamiento de los orientales y permitían a los europeos tratarlos como un fenómeno con características regulares.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los intereses de Estados Unidos en Oriente Medio crecieron con rapidez. Nació entonces un enorme aparato de investigación sobre esta zona cuyo modelo fue el Middle East Institute. El paralelismo entre el proyecto imperialista europeo y el americano es evidente. La tradición europea de erudición orientalista fue domesticada, popularizada y mantenida en la postguerra, en este florecimiento de los estudios sobre Oriente Próximo .
Tanto en la escuela “dura” del nuevo orientalismo americano como en la “blanda” florecen versiones más o menos diluidas del antiguo orientalismo, retomando sus principales dogmas:
- La diferencia absoluta y sistemática entre un Occidente racional, desarrollado, humano y superior y un Oriente aberrante, subdesarrollado e inferior.
- Las abstracciones sobre Oriente son siempre preferibles al testimonio directo de las realidades orientales modernas
- Oriente es eterno, uniforme e incapaz de definirse a sí mismo.
- Oriente es en el fondo una entidad que hay que temer o controlar.
Hay organizaciones, becas y premios dedicados a legitimar y mantener la autoridad de un puñado de ideas e inmutables sobre el Islam, Oriente y los árabes. Estas nociones persisten sin que el trabajo de los eruditos islámicos o árabes que rebaten los dogmas orientalistas tenga efectos demostrables.

Relación con el Proyecto Final
Said, a igual que Aira, aborda el problema de la construcción del Otro. Pero se interesa mucho más en la relación entre literatura y poder, porque para él “la sociedad y la cultura literaria sólo se pueden comprender y estudiar juntas”.
La forma en que trazamos la figura del Otro no tiene una importancia sólo estética, también tiene consecuencias, se traduce en formas de dominación, de poder, y el orientalismo es un ejemplo de esto.
Si las palabras son poderosas, será importante recordarlo a la hora de escribir, sobre todo si se trata de un ensayo, en que trataremos de que otros adhieran a nuestras posturas. Esto es así en parte porque ese poder es el que nos asegura la posibilidad de ejercer una influencia en el auditorio, y aquí el ensayo asume una significación política. Pero también lo es porque no obliga a ser responsables a la hora de empuñar nuestras palabras, que también pueden ser armas.

Citas

“¿Cómo se conocen “las cosas que existen” y en qué medida “las cosas que existen” están constituidas por el que las conoce?”

“Con demasiada frecuencia, se presupone que la literatura y la cultura son inocentes política e históricamente. Yo siempre he creído lo contrario, (....) la sociedad y la cultura literaria sólo se pueden comprender y estudiar juntas”

“El orientalismo es una escuela de interpretación cuyo material es Oriente, sus civilizaciones, sus pueblos y sus regiones. Sus descubrimientos objetivos (...) están, y siempre han estado, condicionados por el hecho de que sus verdades, como cualquier otra verdad transmitida por medio del lenguaje, están materializadas en el lenguaje y la esencia del lenguaje- como dijo Nietzsche- es ser “un ejército móvil de metáforas, metonímias, antropomorfismos, en pocas palabras, una sima de relaciones humanas que han sido aumentadas, traspuestas y embellecidas por la poética y la retórica y que, después de ser usadas durante un largo tiempo, parecen firmes, canónicas y obligatorias para la gente: las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son.”