martes, 25 de noviembre de 2008

Ensayo del ensayo final.

El ensayo todavía está en proceso. Cualquier recomendación o sugerencia es más que bienvenida.

Título??

“A linguagem é uma pele: esfrego minha linguagem no outro. É como se eu tivesse palavras em vez de dedos, ou dedos na ponta das palavras. Minha linguagem treme de desejo.”

“Language is a skin: I rub my language against the other. It is as if I had words instead of fingers, or fingers at the tip of my words. My language trembles with desire.”

"El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo.”
Roland Barthes, “Fragmentos de un discurso amoroso”

Las palabras tienen algo mágico, dibujan y atraviesan los objetos, los crean al darles nombre. Nombrar y crear; es que en algún punto, las cosas existen por el sólo hecho de que podamos darles nombre, y si es así, es la lengua la que traza las fronteras de nuestro mundo, es la que dibuja el límite dentro del cual se desenvuelve nuestra experiencia. Nombrar, crear, limitar.
A veces, aprendiendo una lengua extranjera, tenemos la posibilidad de atisbar esto por un momento; encontramos que de golpe una palabra ajena, foránea dibuja, inventa, en un mismo movimiento, una sensación, un elemento que hasta ese momento nunca habíamos podido poner en palabras. O al contrario, encontramos que aquello que buscamos capturar con el lenguaje ha quedado por fuera de las fronteras de ese nuevo idioma. ¿De qué manera nos limita y qué puertas abre el internarse en los caminos de una nueva lengua?
Nos inscribimos en un curso de idiomas, imaginando vagamente que allí adquiriremos una destreza instrumental, como quien aprende a sumar o a separar en sílabas, que nos apropiaremos de una herramienta como cualquier otra, nuestra, nuestra, a nuestro servicio. No entendemos, no alcanzamos a imaginar el poder de las palabras, es que quizás es imposible servirse de ellas, nos trascienden, nos atraviesan, nos impregnan de otros mundos y otras tierras y otros ruidos y otras percepciones y otros, otros, otros. ¿Las palabras son nuestras?
Las palabras dibujan, localizan, demarcan, delimitan al mundo pero lo hacen desde una perspectiva, desde una mirada que es local, que es de alguien, de un tiempo, un espacio, cierta gente. Y esa tierra, sus climas, sus colores, sus sabores, su paisaje, su música penetran, se infiltran profundamente y de distintas maneras en los sonidos, la cadencia de un idioma. Cada lengua con su ritmo; el portugués, por ejemplo y sus vocales y vocales y ese shhhh, ese chhhh, como de lluvia (olha como a chuva cai e molha a folha aquí na telha, faz um som assim, assim), con su nasalidad africana (feijão, melão, pinhão, mamão), con sus s y z vibrantes, sus erres roncas (como a aranha arranha a rã?).
Pero las palabras no son solamente sonidos, también hay escritura, intrincados dibujos en el papel, jeroglíficos con una lógica que aprendemos a descifrar y así leemos, descubrimos lo palpable y lo impalpable en esos signos a primera vista tan bobos. Y es que en el fondo, lo que hay en el aprendizaje de una lengua es siempre eso: pasar de escuchar un concierto de ruidos, o ver dibujos enmarañados que miramos como quien mira un paisaje o, mejor, un raro insecto, a encontrar sentidos. Aprender un idioma es aprender a desenredar sentidos engarzados en esos dibujos y sonidos, a interpretar esas palabras que le dan sentido a un mundo que nos da sentido.
Pero el sentido emerge desde alguna parte. Una tierra, una cultura que habla y es hablada con palabras. Unas palabras que hablan a través del tamiz de una cultura y una tierra.
A saudade brasileira, por ejemplo, es según un diccionario español-portugués, nostalgia o añoranza, lembrança nostálgica e, ao mesmo tempo, suave, de pessoas ou coisas distantes ou extintas. Pero no, nuestra nostalgia tiene gusto a tango o a tarde de lluvia, nuestra nostalgia es triste y de bandoneón, la saudade brasileira es otra cosa. O samba é pai do prazer, o samba é filho da dor, a saudade se canta, pero con alegría y en esa transformación del dolor en placer (o grande poder transformador) a saudade definitivamente no es nostalgia, sino alguna otra cosa que no hay cómo circunscribir en castellano. Las palabras y los límites.
El inglés, por su parte sufre (o goza) de una fijación por las onomatopeyas, las palabras imitan constantemente sonidos del mundo real y concreto. The phone rings, the cars crash, a knock at the door, a slap in the face, to boo, to crack, to clap, to spank, to bang, to splash, to squeezze, to cough (en el fondo es tan common sense, so English). Por detrás de esto, una forma (otra) de relacionarse con las cosas y en el mundo. Porque
cough (caf- caf) y tos, aunque en principio hagan referencia a la misma cosa, no son exactamente lo mismo (¿habrá alguna diferencia entre las toses europeas y las nuestras?).
Aprender un idioma tiene algo de viaje, y es que se hace necesario, imprescindible empezar a mirar el mundo desde otro lugar, poner en juego nuestra subjetividad, nuestra percepción. Para hacer propio lo ajeno a veces no hay mas opción que convertirse en Otro. Disfrazarse por un momento de argentino, de English, brasileiro, aprender a vincularnos con el mundo como si lo fuésemos, es vivir de viaje, entre dos mundos (o tres, o cuatro). Con años de estudio de a poco tomamos conciencia de que el intento de apropiarse de un idioma nunca es completo, se vive intentando. Tratar de captar los sonidos y cierto ritmo al hablar, adueñarse de nuevos sentidos, de palabras que nacieron para dar cuenta ciertos objetos en ciertos espacios, que no son nuestros, dejarlos enraizar a fuerza de leer, de escribir. Extrañarnos frente a la distancia (¿as safe as houses? ¿as pretty as a picture?). Y sentir en carne propia que aún hablar de lo mismo usando equivalencias técnicamente aceptadas por el diccionario, nunca es lo mismo.

1 comentario:

An! dijo...

Qué queres que te diga, Emi? a mí me re gustó! Me parece que tratas el tema de una forma muy literaria, que es un tema que da muchísimo para que cualquiera se tiente, lo retome o no y siga escribiendo. Me parece que el final es de esas conclusiones que da escalofríos descubrir porque sentís que todo el texto intentaba decir algo que en la frase final está claro. Un título que me surgió cuando lo terminé de leer fue "Extranjero"...pero creo que sos vos mejor que nadie la que va a saber darle nombre a todo eso que, si no lo sentís realmente, lo pareció.
Beso!