jueves, 10 de abril de 2008

El amor (primera y última parte)

Hace unos días vi una película de cine independiente argentino, "El amor (primera parte)". La historia es muy sencilla: los dos protagonistas, Sofía y Pedro, se conocen en un viaje a Uruguay y entablan una relación que terminará dos años más tarde. La historia realiza un recorrido que se desarrolla desde los primeros encuentros, atravesando la convivencia, para culminar en la crisis que los lleva a su separación, la cual, por otra parte, es anunciada desde un principio.

No se trata en lo absoluto de una relación especial o mágica, es una pareja más, con todos los lugares comunes que le son propios. Y es eso lo que lleva a que quien la vea no pueda evitar sentirse profundamente identificado con estos personajes, encontrando sus propias ilusiones, peleas y encuentros detrás de los de ellos. Más de una sonrisa se escapa cuando aquellos pequeños sucesos cotidianos que aparecen en pantalla evocan otros que nos son muy cercanos.

El trágico final, sin embargo, acecha desde un principio, y el espectador presencia el imperturbable avance de las discusiones y la incomprensión que llevarán a que Sofía-y-Pedro dejen de ser tales, para convertirse, una vez mas en Sofía y Pedro. El proceso está intercalado con cómicos fragmentos de un documental en el cual, a través de anticuadas ilustraciones, un narrador de acento ibérico explica las reacciones químicas que provocan el surgimiento de la pasión amorosa, así como las que llevan a su posterior desvanecimiento.

Terminé de ver la película sintiendo una gran angustia. Y es que, honestamente, el tópico del "amor eterno" me parece cada vez más alejado de las posibilidades de lo real y, a la vez, más vacío de sentido. Miro a mi alrededor y es evidente que no hay relacion amorosa que no llegue, más tarde o más temprano, a su fín. Entendiendo, claro, a este fín no necesariamente como un desenlace de existencia material y concreta, que lleve a una separación física, sino desde una perspectiva más amplia, donde ambas partes toman eventualmente cada una un camino distinto aunque esto sólo se manifieste en un distanciamiento espiritual, un desinterés creciente.

Seamos realistas, las personas cambian muchísimo durante el transcurso de su vida, por lo que, tras unos años de relación, quienes la entablaron ya no son los mismos, y la pareja que inicialmente integraban ya ha perdido gran parte (sino todo) su sentido inicial. Porque es innegable que, en principio, si dos personas deciden estar juntas, es porque perciben que tiene un mutuo aporte por realizar, carencias ajenas que cubrir a través de una entrega personal. Entiendo que las sucesivas tranformaciones que sufre cada uno a lo largo del tiempo van modificando esas carencias, a la vez que vaciando de significado a ese aporte.

Por otra parte, la forma que toman las relaciones amorosas dentro de nuestra sociedad es la de una inclinación a la paulatina formación de una familia, implicando la convivencia de ambas personas y, posteriormente, de sus hijos bajo un mismo techo. Creo cada vez más firmemente que la convivencia prolongada de dos personas bajo un mismo techo culmina inexorablemente en la destrucción o profundo deterioro del amor. Los roces cotidianos por temas de poca o ninguna importancia, y sobre todo, la rutina y el paso del tiempo, sumados a la desaparición de la pasión, terminan de desvanecerlo.

Todo esto no significa que no vaya, a su debido tiempo, a convivir con alguien. En lo absoluto, seguramente lo haga. Y tampoco significa que el hecho de que piense de esta manera se traduzca en que me guste tener estas ideas. Todo lo contrario- no me gusta para nada, me angustia profundamente. Me hace sentir que toda relación esta vacía de sentido, condenada a ser solamente una colección más de recuerdos (en su mayoria lindos, algunos no tantos) que archivar en algún rincón de la mente, para luego ser seguida por otra, otra, y otra...hasta que seamos demasiado viejos o estemos demasiado cansados para empezar nuevamente. Y nos conformemos, ya sea con la soledad, o con una relación mediocre, resignándonos a convivir con una persona por una mezcla de conveniencia y costumbre, y para honrar de alguna manera al collar de recuerdos que hemos ido hilando con ella a lo largo de todos esos años.

Sé que el "para siempre" no tiene por qué ser el final perfecto, al contrario, somos seres finitos, destinados a desaparecer y por eso mismo, la idea de esa espiral que se prolonga hasta el infinito me asfixia, me desespera y, además, me aburre profundamente. Pero la verdad es que la perspectiva de la búsqueda sucesiva del amor en personas distintas, frustrada una y otra vez, para culminar en la soledad o en una mediocre insatisfacción, no me parece mucho mejor.Y acá mismo, dejo, entonces, de escribir, al menos hasta que encuentre algún otro camino en esta encrucijada o me despierte sintiéndome algo más esperanzada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

y quien te dice q no vivamos dentro de un cuento de borges y todos nuestros hechos cotidianos no sean mas q un cumulo de fechorias de algun ser omnisciente q nos hace vivir en dimensiones paralelas donde todo comienza y vuelve a comenzar ad infinitum